Crónicas OLC, 1: el proyecto VOICES, por Esther Marín

Nos gusta opinar. Es así. Esperamos la mínima oportunidad que nos brindan para decir qué nos parece algo, lo que sea. Y cuando nuestra opinión es escuchada y tenida en cuenta, nos gusta.

Durante este curso, nos hemos preguntado en numerosas ocasiones cómo hacer que los ciudadanos participen activamente en proyectos de investigación o tengan capacidad de intervención en las agendas de política científica. La participación ciudadana es una de las líneas clave que quiere impulsar el programa europeo Horizon 2020, promoviendo un programa transversal que incluye un compromiso con, para y de la sociedad en los proyectos científicos, en la denominada Investigación e Innovación Responsable (RRI). Así que es el momento de establecer la metodología, delimitar la implicación de esta participación y abrir un diálogo entre todos los agentes sociales implicados.

La participación ciudadana es quizás la línea que más nos atrae dentro del marco de actuación de la RRI, y probablemente, también es la que más dudas nos genera. ¿Cómo lo hacemos?, ¿quién participa?, ¿a qué nivel pueden los ciudadanos opinar?, ¿han de estar informados para hacerlo?, ¿se tomarán en cuenta finalmente estas opiniones?

Gracias al curso “Obrint la Ciència” he tenido la oportunidad de colaborar activamente en uno de estos procesos de participación pública. Cosmocaixa, como colaborador de la red de museos europeos ECSITE, ha participado, junto a otros muchos museos y centros de ciencia, en el programa VOICES (Visiones, Opiniones e Ideas de los Ciudadanos Europeos en Ciencia), financiado por la Unión Europea y liderado por ECSITE.

Este programa quiere establecer una metodología de trabajo para estructurar e implementar las consultas sobre ciencia y tecnología en toda Europa, en el marco de la RRI.

El pasado mes de marzo tuvo lugar en Cosmocaixa un encuentro con participantes voluntarios, los cuales se organizaron en 3 grupos de trabajo, según su edad: jóvenes (18-30), mediana edad (30-50) y mayores (+50). A todos ellos se les planteaba un reto, un problema que será cada más importante en los próximos años: qué hacemos con nuestros residuos.

Con Guillermo Santamaría como organizador y moderador de la actividad, las sesiones consistieron en una presentación inicial sobre la problemática del incremento de los residuos urbanos, y una serie de actividades de “design thinking”, en las cuales los participantes expresaban sus ideas, preocupaciones e identificaban las dificultades, mediante ejercicios que desarrollaban individualmente o en grupo. La actividad final consistía en una lluvia de ideas para proponer soluciones técnico-científicas innovadoras al problema planteado. Ahí se les pedía que dejaran volar su imaginación y sugirieran líneas de investigación, inventos, nuevos materiales… y finalmente, que decidieran qué proyectos de los surgidos querrían financiar. En definitiva se trataba de buscar su implicación en la toma de decisiones, discutiendo las propuestas, identificando los problemas y llegando a una conclusión conjunta, construida de manera participativa.

En todas las sesiones, la participación, el intercambio de ideas y el debate entre los participantes fue intenso, enriquecedor, constructivo y surgía prácticamente de manera natural. Como decía al principio, a la gente nos gusta que nos pidan nuestra opinión, y que ésta se tenga en cuenta. En este caso, el tema de los residuos es muy cercano a todos nosotros, convivimos con él, y no es necesaria una formación específica para conocer la problemática que genera. En este sentido, es sencillo que la gente identifique los puntos que deberían mejorarse y propongan en qué líneas de investigación debería invertirse dinero. El reto será aplicar esta metodología a otros temas más controvertidos o de los cuales la sociedad aún no dispone (disponemos) de una formación que nos permita tener una opinión informada.

Mi percepción de la dinámica de esta actividad es que la metodología de grupos de trabajo con actividades de creación colectiva resulta muy adecuado para promover el debate y el surgimiento de nuevas ideas; y además funciona perfectamente tanto con jóvenes como con mayores. Lo más sorprendente para mí fue darme cuenta de la visión tan diferente que tienen los distintos grupos de edad del mismo problema y las soluciones que aportan unos y otros, y es que la experiencia es un grado! Los mayores aún tienen mucho que decir, y a veces son los grandes olvidados cuando tratamos temas científicos.
La opinión generalizada de los participantes una vez acabada la actividad fue de agrado, gratitud y confianza. La dinámica de la actividad les gustó y les motivó para intercambiar ideas con el resto del grupo; sienten gratitud por haberles dado la oportunidad de participar en un proyecto que va más allá de su entorno cercano, se saben parte de algo más grande que está pasando en toda Europa; y por último, confían plenamente en que la Unión Europea tenga en cuenta las propuestas que han surgido de esta participación ciudadana. La responsabilidad de que los ciudadanos quieran implicarse en las agendas de política científica de la Unión Europea es ahora de los Comisarios Europeos. Ahora que existe una apuesta en firme por desarrollar algo tan importante como es que la gente se implique y participe dando su opinión, y lo justo es que sea escuchada y valorada. Parece que poco a poco vamos construyendo puentes, y la sociedad está ahí esperando su oportunidad para cruzarlos. 

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